Las implicaciones del reconocimiento de los derechos de la Naturaleza en África
Un cambio de paradigma necesario para la conservación de la vida en el continente
Fuente: Wansi, 2023. Enlace aquí.
Fuente: Wansi, 2023. Enlace aquí.
La conservación de la biodiversidad en África es un reto crucial ante la emergencia climática y la continua degradación de los ecosistemas. Los sistemas jurídicos actuales, a menudo viciados por una visión antropocéntrica, han conducido en su mayor parte a la sobreexplotación de los recursos (bosques, agua, minerales, etc.), provocando crisis medioambientales a ambos lados del continente. En este contexto, la aparición del concepto de Derechos de la Naturaleza ofrece una nueva perspectiva para repensar los enfoques tradicionales de la conservación. Inspirado en pensadores como Thomas Berry y su visión de la “jurisprudencia de la Tierra”, el reconocimiento de los derechos de la naturaleza es una perspectiva innovadora que trastoca paradigmas establecidos desde hace mucho tiempo. En lugar de considerar la Naturaleza como un mero recurso que hay que explotar, este enfoque hace hincapié en el valor intrínseco de los ecosistemas y las especies, confiriéndoles un estatuto jurídico y protección. Aunque esta idea ya se ha adoptado en algunas partes del mundo, tiene especial resonancia en África, donde muy a menudo chocan los intereses del desarrollo y la preservación del medio ambiente.
África se enfrenta a multitud de retos medioambientales que amenazan la biodiversidad y los ecosistemas del continente. La deforestación, la sobreexplotación de los recursos naturales, la pérdida de hábitats por la expansión urbana y agrícola y la contaminación son algunos de los problemas más preocupantes (Corell, 2003)Darkoh 2009; Kidanemariam 2013; Mpofu 2013). Estos problemas se ven agravados por factores como el crecimiento demográfico, la pobreza y las desfavorables condiciones del comercio internacional (Darkoh 2009; Kidanemariam 2013). Sin embargo, estas presiones antropogénicas tienen importantes consecuencias para la flora y la fauna, poniendo en peligro la supervivencia de muchas especies endémicas y frágiles, por un lado, y el desarrollo, la sostenibilidad y la salud, por otro (Kidanemariam 2013). La desertificación en África ha amplificado las consecuencias de las sequías, como ilustró el Cuerno de África en 2020, que experimentó las sequías más graves de los últimos 40 años. Desde entonces, países como Etiopía, Eritrea, Somalia, Yibuti, Kenia y Sudán se encuentran en una situación desesperada. Según el Índice de Vulnerabilidad Climática 2021, nueve de los diez países más vulnerables del mundo se encuentran en el África subsahariana, entre ellos Chad, República Centroafricana, Eritrea, Guinea-Bissau, República Democrática del Congo, Sudán, Níger, Liberia y Somalia.
Frente a estos retos, los enfoques y estrategias de conservación convencionales centrados en la creación de parques nacionales y reservas naturales, aunque han desempeñado un papel crucial en la protección de determinados ecosistemas del continente en el pasado, han resultado a menudo insuficientes. Muy a menudo, no han incluido los derechos y necesidades de las poblaciones locales en la toma de decisiones; no han logrado resolver los conflictos entre la conservación y las necesidades de desarrollo de las comunidades ribereñas, lo que ha provocado conflictos sociales y una mayor resistencia a la conservación (Adams et al., 2004). Además, la fragmentación del hábitat debida a la creación de zonas protegidas puede comprometer la conectividad ecológica y la supervivencia de las especies migratorias en determinados puntos.
Para hacer frente a estos retos, es imprescindible coordinar los esfuerzos a escala local, nacional, regional e internacional. Para ello, es necesario crear capacidades de planificación y gestión urbana y aplicar políticas y normativas (Darkoh 2009; Mpofu 2013). Para lograrlo, urge replantearse los modelos de desarrollo para integrar consideraciones medioambientales y de sostenibilidad. El concepto emergente de los Derechos de la Naturaleza representa una evolución significativa en la forma en que los seres humanos perciben y tratan el medio ambiente. Formulado y defendido por pensadores como Christopher Stone – “Should Trees Have Standing?” (1972)-, Thomas Berry, pionero en promover el reconocimiento de los derechos de la Naturaleza en sus trabajos sobre ecología, o Cormac Cullinan, autor del aclamado “Wild Law: A Manifesto for Earth Justice”; esta visión plantea cuestiones fundamentales sobre la relación entre la humanidad y la Naturaleza. Los derechos de la Naturaleza reconocen el valor intrínseco de los ecosistemas y las entidades naturales, atribuyéndoles derechos legales y situándolos al mismo nivel que los seres humanos en la esfera jurídica.
En todo el mundo han surgido ejemplos concretos de reconocimiento de los derechos de la Naturaleza, que han dado lugar a apasionantes debates jurídicos y éticos. En Ecuador, la Constitución de 2008 fue una de las primeras en reconocer explícitamente los derechos de la Naturaleza, afirmando que ésta tiene derecho “a existir, mantenerse y regenerarse”. El río Urraca en Canadá, el río Atrato y la región amazónica en Colombia, y la laguna del Mar Menor en España se consideran ahora sujetos de derechos por derecho propio (Meyer, 2023). Estas regiones ya no son simples recursos que explotar, sino entidades que hay que proteger y respetar ante la ley. Otro ejemplo inspirador es la integración de los derechos de la Naturaleza por parte del Ayuntamiento de las Montañas Azules, situado en el estado australiano de Nueva Gales del Sur, como principio fundamental en su planificación y actividades. Al convertirse en la primera región de Australia en adoptar los “Derechos de la Naturaleza” como principio fundamental (Earthlaws, 2023), Blue Mountains ha allanado el camino para mejorar la protección de los ecosistemas y las especies en peligro de extinción en su zona, y esta medida también fomentará el debate sobre cómo promover y aplicar el reconocimiento de los Derechos de la Naturaleza en toda Australia. Estos ejemplos pueden inspirar el caso de África, que hasta ahora ha visto pocas acciones concretas en este frente. Sin embargo, están surgiendo signos de evolución, con ejemplos como la reciente integración de Uganda en el movimiento en marzo de 2019, cuando reconoció los Derechos de la Naturaleza en su código medioambiental.
Al igual que muchas otras regiones del mundo, la gran crisis del cambio climático está afectando duramente a África. Se caracteriza por cambios bruscos en las estaciones, aumento de las temperaturas, imprevisibilidad climática y sequías más recurrentes y graves. El reconocimiento de los derechos de la Naturaleza ofrece un apoyo esencial para mitigar los efectos del cambio climático mediante la promoción de prácticas sostenibles de gestión de la tierra. Por ejemplo, las montañas Rwenzori, compartidas entre Uganda y la República Democrática del Congo, representan una fuente crucial de agua dulce para la región. Del mismo modo, el lago Turkana de Kenia, como el lago desértico más grande del mundo, desempeña un papel vital. La protección legal de estos ecosistemas garantizaría un suministro seguro de agua para millones de personas, reforzando la resiliencia de la región y sus comunidades ante los crecientes desafíos climáticos.
El acceso al agua potable sigue siendo una de las principales preocupaciones en África. El reconocimiento de los derechos de la Naturaleza sobre ecosistemas como el Nilo, el río Senegal, el lago Chad, etc. podría ofrecer soluciones pertinentes a las cuestiones de reparto y gestión. Por ejemplo, el reconocimiento de los derechos del Nilo fomentaría la cooperación internacional para hacer frente a los retos relacionados con el agua y promover y desarrollo sostenible. Del mismo modo, la cuenca del lago Chad está sometida a una presión considerable, pero el reconocimiento de los derechos de la Naturaleza en esta región podría contribuir a reforzar las iniciativas y el marco jurídico para restaurar su ecosistema y beneficiar a las comunidades locales. Por último, el reconocimiento de los derechos del río Senegal podría equilibrar las necesidades agrícolas con la preservación de los ecosistemas fluviales, ofreciendo un futuro en el que el acceso equitativo al agua y la sostenibilidad medioambiental vayan de la mano.
En última instancia, el reconocimiento de los Derechos de la Naturaleza en África marca un importante punto de inflexión en nuestra relación con el medio ambiente. Ofrece una oportunidad inestimable para preservar la biodiversidad, salvaguardar los conocimientos indígenas, mitigar los efectos del cambio climático y promover el desarrollo sostenible. Ante los retos medioambientales a los que se enfrentan las naciones africanas, adoptar este nuevo paradigma no es sólo una necesidad jurídica y ética, sino también un paso pragmático hacia una coexistencia más armoniosa con la Naturaleza. Los ejemplos que aquí se presentan ilustran el potencial transformador del reconocimiento de los derechos de la Naturaleza en África, allanando el camino hacia un futuro medioambiental más brillante en el continente y más allá.
En última instancia, el reconocimiento de los Derechos de la Naturaleza en África marca un importante punto de inflexión en nuestra relación con el medio ambiente. Ofrece una oportunidad inestimable para preservar la biodiversidad, salvaguardar los conocimientos indígenas, mitigar los efectos del cambio climático y promover el desarrollo sostenible. Ante los retos medioambientales a los que se enfrentan las naciones africanas, adoptar este nuevo paradigma no es sólo una necesidad jurídica y ética, sino también un paso pragmático hacia una coexistencia más armoniosa con la Naturaleza. Los ejemplos que aquí se presentan ilustran el potencial transformador del reconocimiento de los derechos de la Naturaleza en África, allanando el camino hacia un futuro medioambiental más brillante en el continente y más allá.